29 Feb

   Era uno de esos atardeceres escarlata de los uno no sabe bien por qué no podrían ser todos los días. Había una brisa de playa en la ciudad y entonces todo era perfecto. Lo fue quizá por mucho más tiempo de lo que generalmente dura la perfección. ¿Quién sabe? Lo cierto es que algo comenzó sin que nadie lo advirtiera. Era un final muy despacito, milimétrico. ¿Y quién podría haber sido, sino, mejor cómplice para esto que un espejo? ¿Alguien sospechó alguna vez del suyo? Pues bien, hay más tras este de lo que uno imagina. No por nada no se muestra. No es casual que se escude en nuestra imagen. Quizá hubiera sido esta la gran oportunidad para descubrir finalmente qué nos esconden detrás de nosotros. Pero no. La humanidad estuvo tan ocupada con su propia extinción que lo pasó por alto.

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