La última seca

Basta tan solo con creerse inmortal para que uno muera más profundamente. Es como ser alto y pensar que por eso estás siempre muy lejos del suelo; Bueno, no sea cosa que te caigas. Pasa lo mismo con la inmortalidad. Es real hasta que te morís y cuando lo hacés, casi por revancha del destino, te morís más que el resto. No quiero decir que fuera a ser por eso una muerte más dolorosa o más pronta. Es simplemente como morirse más. Ya lo vas a entender. No te apures, no te creas tan alto.

Buena parte de mí quisiera seguir un poco más, pero lo querría en cualquier momento en que le pidas que se detenga. Así que no le hagas mucho caso. Entiendo perfectamente lo que va a suceder. Por lo que me estoy tomando mi tiempo para saborear las cosas. Recordar aromas, sensaciones. Pero por sobre todas las cosas estoy dando la seca más larga que di en toda mi vida. Tan larga que parece que la voy a terminar estando ya muerto. Tal vez sea como decían los antiguos egipcios, que algo al otro lado te llevás. Yo me llevaría algo que lo haga más divertido. Por lo pronto, intentaré cerrar mi última idea. No creo tener tiempo para una historia. Pero creo que algo pueda hacer con el que me queda. Pero antes de avanzar me pregunto si no sería mejor, en lugar de apurar una idea, revisar un poco todo el camino. Pensar en todo lo que fue pasando. Es probable que deba alguna que otra disculpa. También creo que tendría que  agradecer las cosas que nunca me tomé el tiempo de reconocer; y sin las que no podría haber llegado hasta acá. Entonces me detengo a pensar si no es acaso todo aquello lo que realmente debería llevarme al otro lado. Si no es que esas cosas, recuerdos, melodías, pensamientos, son herramientas necesarias allá. Sería un poco más lógico que pensar en llevarse cigarrillos, flores, una bandera, monedas. Es probable que al otro lado necesitemos más el recuerdo de un abrazo que un encendedor bic. Estoy convencido entonces de que si de mi depende, voy a llevarme palabras. Frases, cuentos, diálogos. Eso quiero llevarme. Son mi mejor arma y pienso utilizarlas en caso de ser necesario. Quizá no tengan suficiente fuerza o no lleguen demasiado lejos. Pero son como los amigos. Uno no los elige por ser los mejores a disposición. De hecho, no se los elige. Simplemente no puede uno evitarlos. Bueno, si así fuera el caso, tengo la mochila llena de pequeños fracasos que no pude evitar. Tal vez no golpeen fuerte, pero te aseguro que cortan. Algunos se fueron afilando de tanta colisión. Otros ya nacieron así. En todo caso, creo que van a ser más que suficiente. Aunque por las dudas, ya que estoy acá, convendría terminar este. Solo por si acaso. Uno nunca sabe cuándo pueda necesitar un texto como este, sin tanto sentido. Lugar en la mochila hay. Pero para finalizarlo primero tengo que terminar aquella pitada que empecé. Y eso sí que está llevando más tiempo de lo que pensaba. Como es de costumbre, suelo proponerme empezar a hacer las cosas cuando acabe otra que siempre interrumpo por no ser tan urgente como la que tengo que hacer después. Entonces termino al fin la seca. Trato de no toser para no hacerla más larga. Y me siento a por fin terminarme.