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Consigna día 5: Ivana Soto


Era sorprendente lo que estaba pasando a decir verdad. Intentaba no mirar mucho la televisión, pero era cosa de salir a la calle y toparse con la pandemia. Yo no era esencial, por lo que empecé a trabajar desde casa. A Lilo le mandaban tarea por la compu también, quizá demasiada. Pero Eduardo era colectivero y tenía que seguir yendo todos los días. De hecho, algunos días tenía que quedarse haciendo horas extra a pedido de la empresa. La verdad es que eso nunca lo entendí, si se supone que viaja menos gente ahora. Pero es lo que él me dice. Y yo no tendría por qué desconfiar de mi marido. También es verdad que pasar el día entero con Lilo era impagable. Creo que volvería a vivir otra cuarentena como esta solo para poder pasar tanto tiempo con ella. Por alguna razón era muy difícil mantener la casa en orden, y las computadoras prendidas se habían vuelto parte de nuestro paisaje cotidiano. De alguna manera las cosas no estaban tan mal dentro. Pero era lo que sucedía afuera de mi casa lo que realmente temía. Eduardo estaba volviendo realmente tarde algunas veces. Y estaba distinto, por lo menos conmigo. Le escribí a mi hermana contándole mis sospechas y si bien intentó tranquilizarme no lo logró del todo. El tema no dejaba de resonarme todo el día. Fue de hecho una tarde en la que entre los stories de instagram se cuela una propaganda que me hizo tanto pasar como volver a ella de inmediato. Detengo mi dedo sobre la imagen para pensarlo un momento. Una placa sobria pero convincente anunciaba los servicios de un detective privado. Aseguraba completa discreción y profesionalidad. Entonces decidí entrar a revisar de qué se trataba. La página no tenía mucho estilo, pero aseguraba dar muestras de un seguimiento muy concreto incluso en esta situación de pandemia. Tenía un amplio acceso a cámaras que compondrían un recorrido de la persona a investigar, posibilidad de tomas de sonido y hasta un servicio VIP de hackeo en celulares y redes sociales. Al llegar a ese punto confieso que me asusté. Pero sinceramente me desesperaba la idea de que Eduardo estuviera con otra mujer. Me decidí a darle una oportunidad y llené todo un formulario en el que ingresé mi tarjeta de crédito. Empezó con cierta seriedad ya que solicitaban que yo me creara una cuenta de mail con una dirección que ellos me pasaron. A los quince minutos recibo un mail de su parte en esa dirección “limpia”. Me solicitan una explicación profunda de la situación a investigar, información de contacto de la persona a seguir, redes sociales, información laboral, rutinas y horarios. Con todo esto, me devolvieron el mail con la oferta de tres packs de investigación:

  • Basic Pack:

  • Relevamiento de movimiento público por redes sociales

  • Seguimiento de rutinas y comportamientos fuera de la casa

  • Cámaras de seguridad de la zona


  • Standard Pack: 

  • Relevamiento de movimientos público y semi públicos por redes sociales

  • Seguimiento de rutinas y comportamientos fuera de la casa

  • Cámaras de seguridad de la zona y de todo tipo de institución o edificio al que ingrese

  • Tomas de audio de conversaciones con objetivos relevantes


  • VIP Pack:

  • “Ingrese a la imagen para ver las múltiples oportunidades de nuestro servicio”


Por primera vez en mucho tiempo el corazón me estaba saltando del pecho. Revisé con detalle cada una de las opciones y la VIP estaba tan solo u$s 10 más que la Standard…

El paso siguiente fue la confirmación del pago e inmediatamente me asignaron un detective personal. Se llamaba Emilio y era realmente muy amable. Me pidió que le contara nuevamente todo el asunto por mail pero con más detalle y usando mis propias palabras. Estaba particularmente interesado en mi intuición personal, cómo me sentía con el tema, si necesitaba una asesoría de un terapeuta que me pudiese recomendar. Era realmente muy amable, todo el tiempo. Me recordaba que la situación actual obligaba al trato meramente virtual, que en circunstancias óptimas se elige un encuentro presencial en un punto neutro. Era una lástima la verdad, creo que hubiese querido conocerlo en persona. Verlo aunque sea una vez. Lo cierto es que después de intercambiar algunos mails me pidió quince días para hacer un trabajo exhaustivo. Después de ese tiempo me daría tanto fotos, como videos, audios, mensajes, comentarios, likes y hasta testimonios del infiltrado en contacto con Eduardo. Debo confesar que inmediatamente empecé a sentir mucha culpa y conforme iban pasando los días empezaba a arrepentirme un poco más cada vez. Eduardo esos días no estuvo viniendo tan tarde como yo lo había descrito a Emilio. De ser así no podría recolectar ninguna información. ¿Se habría dado cuenta Eduardo y estaría disimulando? ¿O en realidad nunca vino tan tarde como lo recordaba? Sí era verdad que estaba distante. Esos días fueron de un silencio absoluto en relación con Emilio. Esto también me ponía nerviosa. ¿Debería escribirle para consultarle cómo va? ¿Y si en realidad me había estafado y nada de la agencia de detectives privados existía? ¿Detectives privados en una pandemia? ¿Cómo se me pudo ocurrir algo así? Revisaba constantemente mis movimientos bancarios para cerciorarme que no estuvieran robándome. Por el momento no lo hacía. Y también estaba Lilo en todo esto. Tenía particularmente unos días difíciles y había momentos en los que no la aguantaba más y pensaba qué sería de mí si no hubiese sido mamá. Y entre una cosa y la otra los quince días pasaron y Emilio se tomó el trabajo de contestar exactamente a la última hora en que lo hizo hace quince días atrás.

Cuando por fin me decidí a entrar de lleno al .zip con el apellido de Eduardo nunca pensé que sentiría más horrorizada por la forma que por el contenido. El material estaba perfectamente ordenado por tipo carpetas con un pdf que explicaba la interpretación de Emilio sobre el caso con las evidencias recolectadas. Nunca había notado, jamás hubiese imaginado en Eduardo tal violencia como la que vi reflejada en sus mensajes privados, conversaciones con amigos, trato a otras mujeres… Habían imágenes de una cámara de seguridad dentro del colectivo que creo que ni siquiera Eduardo conocía. Lo vi entrar a muchos lugares, lo escuché hablar con mucha gente y tomar todo tipo de cosas. Las cosas que hacía a las mujeres con que estaba escapaban completamente de la imaginación del Eduardo que yo conozco. Me desplomé sobre el último mensaje de Emilio que me deseaba buena suerte con la interpretación del material, recordando también que estaba para lo que necesitara. Tuvo el detalle de dejarme su número personal sobre el que seguramente habrá salpicado alguna de mis lágrimas como un mosquito que quiere entrar a toda costa pero choca incesantemente contra un ventanal detrás del cual Emilio se desintegra para volver a unir sus partes con la del resto del algoritmo al que pertenece.