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5.15 am.

          Busco la manera de empezar. Busco la manera de presentarme. Busco esa bolsa con cocaína que dejé en algún lugar de la habitación, y por alguna razón no la encuentro. 


5.16 am.

     Definitivamente esa bolsa con cocaína no está en ésta habitación. Ya lo descarté. Tampoco en ninguna otra, también lo descarté. En un momento me ilusioné al ver unas cenizas de cigarrillo. Pero en el momento preciso de identificar que se trataba de cenizas de cigarrillo y no cocaína el pene erecto en mi cerebro volvió a la flacidez que acostumbra cuando no está bajo el efecto de alguna droga. Una flacidez con una erección latente que especula con encontrar su viagra. Debo admitir que por un momento me tentó la idea de probar si esnifar grandes dosis de ceniza me podía llegar a causar algún tipo de cáncer en la nariz. De hecho, pensé en escribir un artículo al respecto pero por ahora decidí no comprobarlo. De todas formas queda asentado. Matriculado.


5.21 am.

     ¡Maldición! Las cosas en mi cabeza no funcionan bien. Y las cosas en su cabeza no funcionan bien. Y lo lamento porque sé que el mundo puso mucho empeño en intentar arreglarnos. Pero el mundo fracasó. De alguna u otra forma pienso que le gané al mundo y eso hace que me sienta no tan infeliz. Pero sigo flácido, y no por la falta de cocaína. Siento que Aldana es como un viagra para mí. Me gustaría tenerla ahora conmigo, quizás en forma de blíster. O en forma de línea. O en forma de triángulo. Pero tenerla. O en el peor de los casos encontrar esa maldita bolsa que hace que la sienta menos, o más. Pero ya comprobé que esa bolsa no está, o nunca existió – sí que existió porque recuerdo haberla robado a Hugo mientras freía una milanesa –. Sea como sea la consumí hasta el último gramo, y ahora hablo de Aldana. Si hubiera sabido que se acabaría Aldana sin dejar rastros la hubiese racionado más. O quizás no. Quizás la habría aspirado toda de un mismo saque hasta que mi cerebro caducara y mis fosas nasales se empacharan de ella. Y entonces me reiría con ella. Por las dudas sigo corriendo.


6.37 am.

     El sol está por salir en cualquier momento pero en lo único que ocupo mi cabeza es en huir, o encontrar no lo sé. No hay rastros de Hugo por ninguna parte. La calle está vacía. Pero él es un buen ninja, debe estar a salvo. Quizás escondido en alguna maleza o agazapado en algún tejado. Pero yo no tengo esa habilidad y el ENEMIGO me persigue. Puedo sentirlo. Mi único súper poder sería mirar fijamente al ENEMIGO para determinar cuándo fue la última vez que tuvo sexo. Pero no creo que eso me sirva en esta situación. Entonces pienso que ese es el verdadero sentido de crear una liga de súper héroes. Para que cada uno intercepte en el momento oportuno con el poder oportuno. 


6.42 am.

     Corro a toda velocidad y doblo en la primer esquina que veo. Creo que a la derecha. Si, la anterior vez fue a la izquierda. Ésta es a la derecha. ¡Maldición, Chester, concentración! El ENEMIGO está al acecho. No es momento de distracción. Pensá en las enseñanzas que te dejó el Maestro Ninja Hugo para estas situaciones:


1 – Mente calma y fría como el manantial.

2 – La agilidad de la liebre.

3 – La meticulosidad de la serpiente.

4 – La ferocidad del tigre.

5 – El fuego del dragón.


     Ok, eso nunca sucedió.

     Pero ahora estoy corriendo sólo al alba por la calle desértica con un traje de interno de neuropsiquiátrico y siendo perseguido. Creo que si sigo corriendo todo el mundo va a saber que me estoy fugando del manicomio. Pero no puedo frenar. Tengo que idear un plan. Así que hago lo que cualquier buen ninja haría. Hago lo que cualquier buen Jesús haría.


6.45 am.

Estoy corriendo completamente desnudo haciendo el mayor esfuerzo posible por que mis testículos no terminen de estallarse contra mí. Entonces llego a la conclusión de que no era necesario sacarme también la ropa interior. Por suerte la cocaína aún hacía efecto y prácticamente no me sentía cansado. 

- ¡Chester, tomá!

     Hugo me tira una sotana de monje y veo que él está corriendo al lado mío llevando puesta otra. Entonces pensé: “Es el mejor ninja del mundo.” Nadie va a sospechar de dos curas corriendo. Quizás la mescalina aún seguía afectando mi organismo y Hugo estuvo a mi lado todo este tiempo, pero en algún momento tuvo que frenar a robar los trajes. 


6.48 am.

     “Hugo es el mejor ninja del mundo”


7.02 am.

Acabamos de refugiarnos en un monasterio. 

     Hugo piensa que debe haber tantos monjes que si observamos cómo se comportan e intentamos imitarlos, nunca se darán cuenta que no somos monjes. Yo le digo que es un buen plan. En caso que nos descubran, Hugo piensa venderles drogas a los monjes a cambio de nuestro escondite. Y yo soy muy bueno drogándome. 


7.11 am.

     Decidimos separarnos para no crear sospechas e investigar el terreno. Las sirenas del ENEMIGO se escuchan lejos.


7.15 am.

     Aldana está en una de las gradas contemplando a Jesús. Ella sabe que la estoy observando. Yo sé que observa a Jesús. Es probable que Jesús me esté mirando a mí así que me decido a acercarme. 

     Aldana sigue con la venda en su brazo. No deja de mirar la imagen sangrientamente crucificada del Cristo. Me siento al lado de ella y pienso en lo fácil que me fue ser Jesús hace unas horas.

- ¿Vos creés que esté vivo?

- Estoy prácticamente seguro de que murió hace casi 2.000 años. Y en caso de que no haya sido cómo nos dijeron que murió, debe haber muerto de todas formas o sería ahora la persona más anciana del mundo. O quizás el colorado inmortal del Pabellón B.

- Hablaba de Elvis.

- Estoy a punto de darte una respuesta muy similar, pero ahora pienso en que te referís a otro Elvis. De todas formas, es una respuesta muy similar.

- ¿Qué hacías en el Pabellón B?

- Fui a buscarte.

- ¿Para qué querías encontrarme?

- Porque de todos los seres del mundo sos el que me hace sentir que estoy menos averiado.

- ¿Y cuál es el sentido de sentirte menos averiado?

- Sufrir lo menos posible.

- Yo no puedo darte eso.

- ¿Por qué no?

- Porque estás averiado. Porque sufrís y yo también sufro. Y estar juntos nos hace olvidar de eso. ¿Y para qué? No podemos seguirnos mintiendo, Chester.

- Si, podemos.

- Si, podemos. Pero creo que es hora de no hacerlo más.

     En ese momento pienso que estando vestido de monje pero completamente desnudo abajo me deja prácticamente a un paso de la pedofilia.

- ¿Por eso desapareciste?

- No lo sé. Pero pretendo descubrirlo. Siento que no puedo evadirme más.

- ¿Y por qué intentaste quitarte la vida?

- Acabo de decidir que no quiero evadirme más.

- El mundo no es un lugar más feliz que esto, Aldana.

- No lo podemos saber estando los dos acá.

- Yo lo sé.

Aldana me levanta la sotana para confirmar sus sospechas.

- ¿Encontraste esa bolsa de cocaína?

- Aún no.

- Quizás la dejaste en mi casa. Si es así ya no está más.

- ¿Entonces debo dejar de buscarla?

- Hugo debe tener más.

- ¿Y si quiero esa?

- La tendrás que extrañar.

Aldana se pone de pie frente a mí y me mira fijamente. En ese momento entrecierro los ojos y ella los suyos. Casi pude escuchar la música de un duel     o Western. Ella se acerca a mí muy lentamente y nos miramos a escasos centímetros. Ella desenfunda su arma y yo la mía. Cada uno apoya su mano-revólver en la sien del otro. Jalamos los percutores. Sus ojos se ponen vidriosos.

     -Te amo – me dice.

     - Te am…

     Aldana me dispara, y yo me dejo morir.


     5.14 am.

     Termino de esnifar los restos que quedan entre los números de la tarjeta de crédito que está sobre el escritorio. Me lamo los dedos y paso la lengua por la tarjeta. Aún queda media bolsa y la escondo para racionarla. Racionalizarla. Siento mis encías entumecidas. Miro la ciudad que se dibuja tras la ventana y me da miedo pensar que yo puedo ser para otro una ciudad tras su ventana. La abro y siento el viento. Abajo no hay colchones inflables. Así que decido ir a comprar uno ni bien amanezca. Sería muy peligroso tener una ventana sin un colchón inflable debajo. Entonces llego a la conclusión de que a toda la maldita ciudad le falta un colchón bajo su ventana. Sólo en caso que quisieran caer. 


     5.15 am.

     Empiezo mi nueva novela a un ritmo que mis dedos no pueden contener. Pero todavía no decidí si mi novela va a ser una ventana o un colchón. Lo importante es que empezó. Y entonces me tengo que presentar.

     

Mi nombre es Chester, Chester Bloom.     

     

… creo que mejor voy a escribir sobre la caída… 


Fin.

          Ch. B.


Nota del autor:

Este texto es un final alternativo para la novela "El lugar adonde van las personas que están rotas" de Gonzalo Senestrari.


Foto de portada:

http://www.solotempestad.com/senestrarixvalente/