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A mí Hilario desde el primer día ya me había dicho: “Vos todo lo que puedas hacerte el boludo, hacete el boludo.”

Total... la familia está en shock, nadie sabe muy bien qué nos corresponde hacer y qué no. Tampoco es que venga nadie del Estado a certificar nada. Así que si la familia no tiene quejas… ahí no ha pasado nada. Solamente salieron menos personas de las que entraron.


Hoy nos mandan de la empresa a una casa en el Tigre. Debe tratarse de una propiedad pequeña porque nos mandaron a Hilario y a mí solos. O por lo menos eso espero. Porque generalmente somos entre 3 y 5 cuando nos mandan al Tigre, y es que hay unas casas tan grandes por ahí… Las que dan al Río sobre todo. 

Recuerdo una en la que trabajamos como 15 personas en total. Había un coordinador de la empresa y todo. Esa casa fue un desastre: donde dabas vuelta algo encontrabas más sangre, sesos, alguna extremidad que los forenses no levantaron. A uno parece que lo habían arrastrado sangrando desde el comedor hasta el Río. No sé cuántas veces tuve que pasar la manguera hidráulica para limpiar toda la sangre del pasto, las plantas, el camino de adoquines… Bueno, cada cada trabajo tiene lo suyo.


Vamos en la chata de Hilario escuchando fados al palo. Lo mejor que me pudo haber pasado es haber pegado estos auriculares. Porque en el camino es solo un tramo, pero después en la casa baja los parlantes y hasta que no nos vamos pasa los mismos 20 temas de siempre a todo volumen de ese lamento constante. Por alguna razón en la chata pasa una lista distinta de fados. Siempre los mismos también, pero otros. Tampoco le pienso preguntar.

Hilario sospecha que sí es una casa grande, pero que nos mandan solos medio de castigo. Y es verdad que en el último tiempo no estuvimos tan detallistas. Pero seguramente tiene que ver con lo del ropero. A nosotros no nos dijeron nada, solo nos mandaron nuevamente cuando la familia se dio cuenta. ¿Y cómo nos íbamos a imaginar que el trastornado del padre iba a hacer tanto desparramo de sangre como para que llegue a caer detrás del ropero? Justo en el cuarto del nene igual… una pena. Se fueron dando cuenta con el tiempo por el olor, hasta que lo corrieron… 


“Nosotros mientras no nos digan nada hacemos todo como siempre, pibe”. Y así le iba, hacía 30 años que trabajaba en la empresa limpiando casas donde habían ocurrido homicidios, suicidios, mutilaciones, torturas… y nunca un bono, una ascenso… Yo le decía a todo que sí como siempre. Pero me iba a asegurar de mover todos los muebles, no sea cosa que nos manden de nuevo y nos caguen el finde.


Finalmente llegamos a la casa. Por suerte se veía pequeña. Hilario como siempre estuvo mil años con las llaves. Encima cada vez ve menos el viejo, pero por ser mayor se crea esa idea de que él es el que está a cargo y entonces es el responsable de las llaves. Si supieran de aquella vez que las perdió no sé dónde y tuvimos que llamar a un cerrajero.


Entramos y nos dividimos los ambientes. Hilario instala el equipo de música y yo me clavo los auris con una lista del Indio. Subo a revisar los cuartos, pero al igual que abajo todo se veía bastante limpio. Solamente había pisadas de los forenses, la policía… cosas desordenadas. Pero no había un solo rastro de sangre. Me ocupé de revisar en cada rincón de las habitaciones, el baño, cuarto de guardado. Pero no había nada. Bajo y encuentro a Hilario terminando de revisar la planta baja. Me saco los auriculares para encontrar Cançao Do Mar a todo lo que da. Hilario por suerte baja un poco el volumen y me pregunta si ya limpié todo.

Entonces le respondo que no había nada que limpiar arriba. “Debe estar en el sótano nomás…”


“Hilario, ¿no revisaste el sótano todavía?” Pero me miró con esa cara que pone cuando algo le da miedo y no pude responderle nada más. Tomé del bolso la linterna y me dirigí a la puerta del sótano. Me paro al inicio de la escalera y constato que el interruptor de luz no funcionaba. Pero el sol que entraba de un pequeño ventiluz todavía permitía vislumbrar todo perfectamente. Bajo los peldaños pensando en que si Hilario hubiese tenido que hacerlo de seguro le agarraba un paro y no íbamos a poder terminar de limpiar una muerte que ya se estaba consumando otra. El sótano era bastante grande y frío, de piedra. Me aferro a la linterna prestando atención a cada recoveco. Pero todo parecía normal, igual que arriba. Entonces apunto por fin la linterna al único ángulo completamente oscuro de la habitación: el espacio debajo de la escalera. Tomo un poco de aire esperando lo que se venía. Y menos mal que lo hice.

Una explosión de sangre y trozos de piel manchaban una pared de piedra sobre la que colgaban dos grilletes. El ambiente se hizo irremediablemente más denso y sentí como un sarpullido me brotaba de golpe picándome todo el cuerpo a la vez.

Entonces Hilario me pregunta desde arriba si estaba todo bien.

“¡Todo bien!” - Le grité sin dejar de imaginar qué mierda había ahí - “Pero bajame la hidro”.


No nos llevó demasiado tiempo la verdad, es una de las ventajas de cuando está fresco todavía. Y el sótano tenía casi la gentileza de tener una basta rejilla de desagüe propio. En menos de una hora esos grilletes quedaron como nuevos. El sol de la tarde les daba un brillo más dorado. Hilario empezó a guardar las cosas, como apurado. Yo no podía dejar de mirar esa pared donde alguien, vaya uno a saber quién y por cuánto tiempo, estuvo encadenado. Como si se tratara de un prisionero de guerra, o de una bestia.


Al salir, Hilario fue derecho a la chata. Como salía sin cerrar le pegué el grito desde la puerta si tenía las llaves. Se toca los bolsillos del pantalón y de la camisa y me tira las llaves desde la ventanilla. Las agarro mal, como siempre, clavándome la llave en la palma de la mano. Me agacho a recogerlas y no pude evitar pegar un vistazo al barrio. Tanto silencio, casas tan bellas, algunos niños en bicicleta a lo lejos. Llega el viento del Río mientras me levanto con las llaves y cierro la casa de andá a saber quién. Podría preguntarle a Hilario, pero seguramente no leyó la ficha. Compruebo que quedó cerrado y vuelvo a la chata. Me guardo estaba vez yo la llave y mientras Hilario calienta el motor siento una picazón en mi mano. Entonces veo que brotaba algo de sangre de ella. Inmediatamente vuelvo a sacar las llaves, pero no estaban manchadas. Ya estábamos arrancando cuando volteo hacia la puerta de la casa y veo perfectamente cómo una mancha de sangre quedaba estampada en el picaporte.

“¿Todo bien pibe? ¿Te olvidaste algo? Mirá que el camino es largo”.

Niego rápidamente y vuelvo hacia la ventanilla. Por la calle de salida costeamos el Río y lo miro en silencio mientras pienso que ojalá no nos hagan volver el finde para limpiar el picaporte.


Imagen:

https://www.suquia.com.ar/espectaculos/cine/la-chica-que-limpia-la-serie-cordobesa-tendra-una-adaptacion-norteamericana/