6

Consigna día 6: Nick Hornby


Recuerdo perfectamente la noche en que perdí a mi mejor amigo. Teníamos diecisiete y estábamos en La Barra de Quilmes. En ese entonces todavía no pedían documento para entrar y aprovechamos de eso toda la adolescencia que pudimos. Diego generalmente iba con Male y así con el tiempo nos fuimos haciendo amigos. Esa noche ella había salido con las amigas y con Diego fuimos al Centro. Haciendo la cola para entrar al baño nos encontramos con un pelotón de gente.

  • Vamos, ya fue - le digo a Diego.

  • ¿Estás en pedo? Yo me estoy re meando.

  • Estoy en pedo, pero esa cola no la pienso hacer.

  • Dale, boludo quedate. Haceme el aguante, no puede faltar tanto.

  • ¡A ver si nos organizamos…! - salta un mastodonte con una remera de Megadeth - ¡Los que van a tomar por un lado y los que van a mear por el otro!

Diego y yo nos miramos y nos cagamos de risa. Sucede que cierta clientela del bar ocupaba el baño para tomar falopa.

  • ¿Que no puede faltar tanto? - le dije. - Si tenemos que compartir el baño con los duros no vamos a entrar más.

  • Dale, Fede. ¿Qué clase de amigo sos? Quedate, después salimos, pedimos una birra y salimos a buscar algunas minas… - lo último lo deslizó casi al pasar.

Ya estábamos adentro del baño, pero todos los mingitorios estaban ocupados. De golpe las ganas de mear se habían vuelto insoportables. Habíamos tomado ya cuatro jarras en la mesa y teníamos que pagar el precio. Con Diego nos miramos de golpe cuando se liberó el mingitorio que estaba a mi lado. Fuimos corriendo cada uno por su cuenta para llegar a la vez, bajar la bragueta y hacer pis en el mismo mingitorio al mismo tiempo. La verdad es que resultó una decisión muy atinada ya que ninguno de los dos podíamos aguantar un segundo más y con todo lo que habíamos tomado seguro tendríamos para rato. No niego que fue incómodo al principio, pero atinado para los fines de la causa.

  • Uf… ya estoy meando y aún así siento que me estoy por mear encima - dijo Diego.

Titubeando le pregunté:

  • ¿Algunas veces vos salís y estás con otra chica que no sea Male?

  • Algunas veces, sí.

  • ¿Y Male lo sabe?

  • Por suerte casi nunca. Sino sería todo más difícil. ¿Qué te pasa, Fede?

  • Bueno… 

Recuerdo que a este punto no habíamos llegado ni a la cuarta parte de todo el pis que íbamos a terminar haciendo. Por lo que estuvimos bastante tiempo muy cerca, apretados por los costados, pero aún así haciendo lo imposible por que nuestros penes no se rozaran.

  • … no me parece que esté bien que hagas eso.

  • No pasa nada. Igual si no querés venir conmigo a buscar una mina no tenés que venir.

  • Ah, claro. Pero para acompañarte al baño sí tengo que estar.

  • Relajate, amigo. O se te va a achicar más todavía.

  • ¿Qué hacés mirándome la pija?

  • ¿Y cómo querés que no te mire la pija, boludo, si estamos meando en el mismo mingitorio? Me miro la mía y la tuya está al lado. Además, vos me la miraste primero.

  • ¡Mirá si te voy a mirar la pija!

  • Dale, boludo. Cualquier duro me sale de testigo de que me la estabas mirando.

  • Sos un pelotudo.

  • Sí, pero la tengo más grande.

  • No. Por eso también sos un pelotudo. Pero lo que digo es que no está bien que la cagues a Male… 

  • ¿Qué te volviste el mejor amigo ahora? Boludo, dale…

  • Ella no se lo merece.

  • ¿Y vos cómo sabés que ella no me está cagando a mí?

  • Porque ella nunca haría eso.

  • ¿Y vos cómo sabés eso?

  • ¡Porque la conozco!

  • ¡Y yo también la conozco, boludo, si es mi novia!

  • ¡Qué la vas a conocer!

Estábamos terminando. Diego empieza a sacudirse.

  • Boludo, ¿a vos te gusta Male?

Hice un pequeño paneo del lugar. Casi como si en una milésima de segundo quisiera asegurarme de que ella no estuviera escuchando.

  • ¿Qué decís?

Diego se subió la bragueta y se quiso alejar, pero yo lo retuve como pude. Terminé de subirmela yo también.

  • Ey… pará… 

  • Si me llego a enterar que le contaste algo de lo que hablamos esta noche te mato. ¿Me escuchaste? A ver si por lo menos te queda algún código de amigo.

Diego salió del baño de un sopetón. Una parte de mí sabía perfectamente que podía haberle mentido, entonces él me hubiera creído y seguiríamos siendo amigos… quizá hasta ahora. Pero solo iba a poder sostenerlo ocultándole la verdad en todas y cada una de las situaciones en las que se presentara. Y por alguna razón a Male podría haberle mentido eternamente si hiciera falta. Pero no a Diego, a un amigo nunca.